Cole Humanista Mariner, finales de noviembre, año 2017...
Podemos
imaginar fácilmente un tren antiguo avanzado lentamente entre el
humo negro que deja a su paso la locomotora a través de un paisaje
viejo y nevado de invierno, podemos imaginar ese mismo tren, un
tiempo más tarde, atravesando ese mismo paisaje, dejando a su paso
el mismo humo negro, que esta vez, se levanta camino de un cielo
brillante y luminoso...totalmente azul. Podemos imaginar a los niños
de nuestro cole creando y soñando...los podemos imaginar creyendo en
sus propios sueños, deseosos de lanzarse al camino, deseosos de
cumplir cada una de sus ilusiones...
El
huerto de este mes trataba de utopías y de sueños, de imaginación
y de camino, trataba de vida y de alegría, trataba de paciencia y de
futuro...
Quien
viera el huerto hace solo un mes, no podría reconocerlo ahora,
aquellas enormes y altas hierbas, casi salvajes, habían
desaparecido, quedando ahora una superficie preciosa, diáfana, toda
de tierra, lista para la preparación y la siembra. Y así, los
peques, nuestros peques, hicieron de ese cambio un reto de
continuidad, y tal vez comprendieron, apenas como una intuición, que
la vida es a sorbos lentos, que las cosas van a su ritmo; las nubes
del cielo, el paso de las estaciones e incluso el viejo tren...todo a
su ritmo...
Y
así, sentaditos junto a ellos, después de sentir la tierra fría
del otoño, nos pusimos a reflexionar, y vimos que para ellos la
paciencia se tiene por conseguir el juguete más deseado, o por la
llegada de un acontecimiento feliz, pero también se tiene por
ese viaje, tal vez en tren, que se hace para ver a la
familia en Navidad, y pudimos ver los ojos brillantes de la niña que
ansiaba ese viaje y un poquito, junto a ella, nos emocionamos...
Y
también, junto a ellos, vimos que la paciencia les generaba
“impaciencia” por qué ellos son así, les cuesta esperar, quieren
tomar cada sorbo de la vida conforme les viene, ¡que maravillosa
espontaneidad!. Y de pronto, los vimos hablar de la aventura, y
comprobamos que siempre prefieren seguir el camino por la ruta más
divertida, y entonces, se les encendía la mirada, por qué a ellos
les encanta soñar e imaginar, ¡que mejor gasolina para las piernas
que la inigualable imaginación!. ¡Quien sabe adonde nos llevará
el tren en esta nueva aventura!
Y
los que ya son un poco más mayores, hicieron de su viaje una ruta
hacia el futuro, para descubrir lo bueno que está por venir, las
estaciones de vida repletas de nuevos y emocionantes hallazgos, y se
llenaron de interrogantes que lanzaron al aire en compañía del humo
misterioso que salia de la locomotora, y los vimos mirarse entre
ellos y sonreír, y a otros los vimos callados y reflexionando, como
quien mira pensativo el paisaje a través del cristal...pero sobre
todo, los vimos juntos, atentos a todo, disfrutando del recorrido,
anticipando la emoción de lo que pronto vendrá, ¡quien sabe que
nueva estación de sueños nos aguardará en este apasionante
recorrido por la vida!
El
tren, poco a poco, aminora su ritmo, la vieja locomotora, al entrar
en la estación, emite largos y entrecortados bufidos, en los andenes
espera mucha gente, sus voces se escuchan con eco, huele a hollín y
un poco a frío, el tren va frenado y por fin se detiene. Personas
cargadas con bultos van bajando lentamente de los vagones, se
escuchan risas, saludos y algún que otro grito...Y entre toda esa gente, una niña pequeña corre en busca de su familia. La espera siempre
tiene su recompensa. Pronto será Navidad...
¡ Buen viaje!
Juanvi
Juanvi
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